Henry Webber por fin siente que su vida está mejorando. Después de un tormentoso divorcio, se ha quedado en la ruina y con treinta y cinco años ha tenido que volver a casa de sus padres. La única motivación que tiene son sus hijas de nueve y cuatro años, más la manutención que debe pagarle a su ex que le exprime los huevos a fin de mes. Hank perdió su empleo de los últimos diez años de su vida, porque su jefe ―que también es su ex suegro―, no tuvo el profesionalismo para separar el trabajo de lo personal; pero tras casi un año de estar cesante y llegar a pensar de tirarse del Puente de Brooklyn, consigue empleo en una prestigiosa empresa de publicidad, gracias a su mejor amigo Pedro, que es un vendedor estrella en la misma. Los primeros meses van de maravilla, a pesar de estar en un puesto donde no resalta, no se queja: tiene un salario más que decente, puede ver a sus hijas tres noches por semana y recibirlas un fin de semana cada quince días ―o por lo menos eso debería, pero su ex vi...
Libros, libros y más libros.