Anna Roses era una empresaria que calculaba cada paso que daba. Tenía una rutina y planes a corto, mediano y largo plazo. Su vida estaba programada y aunque era un desastre en el amor estaba conforme con su tienda, los proyectos de nuevas sucursales, sus amigas y a pesar de que su madre estaba en una casa para enfermos de Alzheimer, y su padre era un romántico sin remedio, también estaba conforme con su familia. Su vida, llena de miedos y complicaciones solo era iluminada por una sola persona, un actor. Su amiga Claudia Lace y ella, unas mujeres prontas a cumplir 30 años, eran como adolescentes que gritaban con solo ver una foto de él. Eran las fanáticas número uno y dos –respectivamente–, de Thomas Hamilton, uno de los actores más famosos del mundo. Sus realidades tan distantes no eran obstáculos para que Anna y Claudia soñaran despiertas con un amor imposible. Thomas repartía su vida entre el escenario, las alfombras rojas y las mujeres, sabía que la única manera d...