Tras años evitando hacerlo, Simon no puede seguir posponiendo volver a su pueblo natal. Lo que no imagina es que, una vez allí, Robert, un niño de seis años, le haga buscar razones para quedarse… Bueno, y Vega, pero…
Vega es todo lo contrario, tan solo una promesa la retiene. Por ello, no tiene interés en entablar relación con nadie, mucho menos con el nuevo amigo de su hermano pequeño, a quien también acaba de conocer.
Dos personas que, a priori, no tienen nada en común:
Simon le sonríe a la oscuridad, mientras Vega se esconde de las estrellas.
Simon se empeña en conservar lo poco o mucho que le queda, Vega evita tener algo que implique luchar.
Nos descubren su historia. Una historia sobre encontrarnos cuando, por fin; esas personas, sentimientos y cosas que no buscábamos, llenan ese pedazo en el mundo que nos corresponde sin que lo supiéramos. Sobre cómo querer y dejar que te quieran. Sobre dejar de buscar razones para perdonar a los demás y a uno mismo, y hacerlo sin más.
«Y gracias a él, he comprendido, que para encontrar tu lugar en el mundo; primero hay que llenar un rincón, hacerlo tuyo y dejar un trocito de ti, para que nunca, nunca, se te olvide dónde está, ni desees irte »
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