Él no estaba preparado para encontrarla.
Su mundo era un lugar sórdido, frío y carente de color, hasta que ella apareció y anunció que era su nueva chófer.
En su amarga existencia, los príncipes no montaban corceles ni las princesas conducían limusinas.
Él era oscuridad. Ella, luz.
Él odiaba la vida. Ella la amaba sin tregua.
Cuando un corazón destruido se da de bruces con la estrella que lo ilumina, solo quedan dos opciones: o apagar la luz o dejarse absorber por ella.
Porque, incluso en la noche más oscura, siempre brilla una estrella.
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No estaba preparado para perderla.
Cuando la vida le había dado una brizna de esperanza dispuesta a florecer, se desató el peor de los infiernos, devastándolo todo.
Solo tenía dos opciones: someterse a su realidad o encontrar la manera de recuperarla.
No importaba dónde estuviera ni lo difícil que fuera dar con ella, estaba dispuesto a recorrer el árido infinito para que su estrella volviera a iluminarle.
Para ello, se enfrentaría a sus miedos y rompería las reglas y las cadenas, arriesgándolo todo.
Porque incluso un alma herida puede aprender a amar, si lo que espera al final del camino es el amor verdadero.
Cuando la vida le había dado una brizna de esperanza dispuesta a florecer, se desató el peor de los infiernos, devastándolo todo.
Solo tenía dos opciones: someterse a su realidad o encontrar la manera de recuperarla.
No importaba dónde estuviera ni lo difícil que fuera dar con ella, estaba dispuesto a recorrer el árido infinito para que su estrella volviera a iluminarle.
Para ello, se enfrentaría a sus miedos y rompería las reglas y las cadenas, arriesgándolo todo.
Porque incluso un alma herida puede aprender a amar, si lo que espera al final del camino es el amor verdadero.
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