«Cada familia tenía el mismo techo, al final de cuentas. Cada una tenía su desdicha tatuada en sus designios casi inscritos en los muros que los contenían. Los muros latían bajo sus pasiones atormentadas. Latían con la fuerza de los corazones muertos que su sed mezquina había aniquilado.
Cada familia tenía el mismo destino, pero no la misma suerte con el tiempo.
Y cada familia tenía un don producto de la naturaleza que los rodeaba hasta convertirlas en fieras de esa selva olvidada.
Tan fieras que se olvidaron de su humanidad.»
En Palo Blanco lo único certero es que las vidas de todas las familias que lo habitan llegarán a un súbito final. Morirá la mujer que vomita alacranes, la viuda que mata a los hombres al besarlos, la matriarca de las visiones oscuras y la dama que perdió a su hijo en extrañas circunstancias bajo la amenaza de un gavilán.
Todo llegará a un final…
De no ser por las esperanzas que un ser pálido encontrado en una cueva le da a Irina. De no ser por los poderes que los cuervos le confieren a Yesenia, su hermana. Y de no ser, posiblemente, por los dones ancestrales que una nahuala le cede al varón de una familia atormentada. Pero ¿se puede salvar un pueblo cuando los dolores de una casa tienen asidos por las entrañas a sus habitantes?
En un pueblo olvidado, la magia puede visitar a cada ser, incluso si esa magia los mata a su paso entre sus pasiones, duelos y rencores.
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