Carolina lleva la cuarentena lo mejor que puede una inmigrante mexicana en Madrid. Hace rutinas y las cumple para mantenerse ocupada y no pensar en lo malo, hasta que un día el sonido de un violín acompaña su soledad de forma inesperada y, de un balcón a otro, comienza a sostener conversaciones con el hombre que produce esa música: su vecino, un alemán varado en la ciudad durante el confinamiento. Lucas le enseña que la vida no puede planearse y que cada situación, por más terrible que parezca, es una pieza del cuadro de nuestra vida.
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