La primera vez que Lauren Weaver posó su incendiaria mirada verde en Kenneth O’Brien, este estaba bajo su ventana, con la misma cara que ponía Neo, su Golden Retriever, cuando atacaba el plato del beicon del desayuno a traición y lo pillaban infraganti. No le importó que pareciera realmente afligido, ni que el flequillo le cayese sobre la frente de lado, como a Zac Efron en los carteles a doble página que tenía colgados en las paredes de su cuarto. Tampoco que sus preciosos ojos castaños implorasen piedad. Ella estaba furiosa y él iba a recibir toda su ira.Sin duda no fue la última vez que esto pasaría, porque cuando conoces a tu gran amor a los once años, y este es tu vecino y el mejor amigo de tu hermano, tu vida se convierte en una montaña rusa de la que no sabes si quieres o puedes bajarte. Pero cada subida es tan divertida, cada bajada tan emocionante, y cada giro tan inesperado y excitante, que… ¿quién podría resistirse?
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