BELÉN:
"Cupido y Murphy entran en un bar..."
Parece la primera línea de una broma, y tal vez lo sea, porque esta atracción absurda que siento por Alberto no tiene otra explicación.
Mi vida no era perfecta, sin embargo desde que él apareció en mi bar con esa sonrisa estúpida y su habilidad para hacerme reír supe que las cosas iban a ponerse feas.
Llámalo instinto, intuición o como quieras...
Tampoco sirvió de ayuda que mis amigas me retaran en una apuesta, que yo aceptara, y que empezara un experimento olvidando todas las reglas que aprendí en los laboratorios de mi universidad: Fíjate en las señales de peligro y maneja con cuidado los materiales frágiles. Como mi corazón, por ejemplo. Porque con él, igual que un vaso de precipitado en manos temblorosas, mi corazón corría el riesgo de caer al piso y romperse en mil pedazos.
ALBERTO:
Mis secretos eran tan grandes como sus miedos.
Su terquedad solo podía ser comparada con mi habilidad para causar líos.
Juntos formábamos una combinación bastante peligrosa, sin embargo yo no podía alejarme de ella. ¿Y Belén? Pues… no era tan hábil como ella cree para esconderse.
Puede que lo nuestro empezara como un experimento. Como un reto. Pero poco a poco se fue convirtiendo en algo más. En algo inexplicable, adictivo, imposible de combatir. Ni siquiera por nosotros mismos.
Hasta que llegó el momento de revelar los secretos y enfrentar los miedos.
Hasta que nos tocó probar que, aunque el amor no es una ciencia exacta, tenemos la química perfecta.
"Cupido y Murphy entran en un bar..."
Parece la primera línea de una broma, y tal vez lo sea, porque esta atracción absurda que siento por Alberto no tiene otra explicación.
Mi vida no era perfecta, sin embargo desde que él apareció en mi bar con esa sonrisa estúpida y su habilidad para hacerme reír supe que las cosas iban a ponerse feas.
Llámalo instinto, intuición o como quieras...
Tampoco sirvió de ayuda que mis amigas me retaran en una apuesta, que yo aceptara, y que empezara un experimento olvidando todas las reglas que aprendí en los laboratorios de mi universidad: Fíjate en las señales de peligro y maneja con cuidado los materiales frágiles. Como mi corazón, por ejemplo. Porque con él, igual que un vaso de precipitado en manos temblorosas, mi corazón corría el riesgo de caer al piso y romperse en mil pedazos.
ALBERTO:
Mis secretos eran tan grandes como sus miedos.
Su terquedad solo podía ser comparada con mi habilidad para causar líos.
Juntos formábamos una combinación bastante peligrosa, sin embargo yo no podía alejarme de ella. ¿Y Belén? Pues… no era tan hábil como ella cree para esconderse.
Puede que lo nuestro empezara como un experimento. Como un reto. Pero poco a poco se fue convirtiendo en algo más. En algo inexplicable, adictivo, imposible de combatir. Ni siquiera por nosotros mismos.
Hasta que llegó el momento de revelar los secretos y enfrentar los miedos.
Hasta que nos tocó probar que, aunque el amor no es una ciencia exacta, tenemos la química perfecta.
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