Creía que ya lo había perdido todo. Y entonces temí perderla a ella. Fumaba como un camionero y bebía como un alcohólico, pero sigo peleando como un animal. Soy el novio que ninguna madre querría para su hija; tatuado, sobreprotector y con un pasado oscuro. Era joven e imbécil cuando decidí meterme en el ejército, y un monstruo cuando me decidí retirarme. El gobierno, para convertirnos en máquinas de matar, nos daba heroína. Cuando llegué a casa y me miraba al espejo me costaba aguantarme la mirada. Me odiaba a mí mismo. Odiaba a todo el mundo. Me sentía roto. Aún no sé si quería castigarme, matarme o sentir algo, pero comencé a meterme en peleas clandestinas. Me sacaba un auténtico dineral a cambio de cuatro moretones en la cara. Tenías que ver al otro; no había oportunidad contra un veterano de guerra. Y entonces Héctor me salvó, ofreciéndome un trabajo como instructor de artes marciales mixtas en su gimnasio. Un gimnasio de un barrio obrero, pobre… y oprimido. ...
Libros, libros y más libros.