Una serie de violentos y extraños homicidios se han perpetrado en varios hoteles de la ciudad. Dichas muertes presentan un rasgo anómalo, que no radica precisamente en su frecuencia ni en sus innegables motivaciones sexuales, sino en un insólito carácter. Ello porque tales crímenes encajarían bien bajo la tipificación de “crimen de género”, en el sentido de que el conjunto de las víctimas pertenecía a una misma condición: hombres, brutalmente liquidados por acción y premeditación de una sola fémina. Tratase de una respetable dama, que en la escala social podía ostentar un rango privilegiado –envidiable quizá para muchos– pero que en su vida personal requería un sinfín de extintores para sobrellevar un permanente infierno.
Si bien con los sujetos ultimados quedó evidenciada una inusitada ferocidad, la planificación de los furtivos encuentros eróticos (marco de los luctuosos sucesos) fue calibrada siguiendo una eficaz estrategia, que previó además la eliminación de todo posible rastro incriminador. Lo cual indica que la múltiple homicida posee un intelecto poco común, capaz de poner en jaque a los más duchos agentes policiales.
Entra a tallar aquí la figura de un extraño y ventajoso investigador, un conocido de la policía a quien se tendrá que recurrir de nuevo. El solicitado individuo, que responde al nombre de Frank, revela una personalidad ciertamente peculiar y algo extravagante, al punto que un efectivo policial motejará a la escurridiza asesina con el apelativo de “la Hija de Frank”, algo que no perturba al solicitado colaborador. Lo que sí llega a mortificarle –a exasperarlo incluso– son los lastres de la incapacidad o de la ineptitud. Surgen entonces los desencuentros entre Frank y los integrantes del respetable cuerpo policial, algunos involucrados con la corrupción imperante, otros, sumidos en la más indolente burocracia. De ahí que el inusual investigador deba actuar e imponerse a partir de su personal visión de la realidad y de sus poco convencionales métodos.
La lúcida y a la vez descarnada visión del mundo del extraño colaborador se corresponde plenamente con la de su propia historia personal, un trayecto duro y complejo, atrozmente perfilado desde la infancia, el cual implicó la muerte física o espiritual de los padres, tal como podrá constatar el lector. Por increíble que parezca, la institución correccional y la temprana supervivencia en las calles lograrán nutrirle el alma y la mente, no para anclar en el submundo del delito, sino para potenciar en forma fructífera una inteligencia notable. Tal como cierta frase popular refiere, a él, al detective Frank, “la realidad no se la han contado”.
Ernesto Sabato dijo alguna vez que la historia humana es el ámbito donde el bien y el mal viven constantemente enfrentados, y que el lugar donde esa perpetua batalla se libra es en el corazón de las personas. Sin duda, esa intuición la tiene el inusual detective Frank, quien premunido también de su conocimiento mundano y sus aprendizajes diversos debe resolver un caso bastante singular, donde la sexualidad y la violencia se han desbordado hacia los linderos de lo más irracional y destructivo.
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